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Revista Directa edición No.38, Opiniones
Noviembre 05, 2024
La transición energética y la crisis climática
Vivimos una crisis climática que debemos afrontar y resolver. Para la muestra, las recientes sequías, incendios forestales o inundaciones, que con cada vez más frecuencia experimentamos en el área metropolitana, el departamento, el país y el mundo. O los derrumbes causados por intensas lluvias, que con frecuencia desconectan la economía de Bucaramanga. Los eventos climáticos extremos nos tocan a todos, sin distingos. Y son un asunto de competitividad regional.

La consciencia de esa crisis climática debe resonar en nuestras mentes y orientar cada acción que tomemos en la vida que nos queda. En cada actividad que acometamos, cada compra que hagamos, cada desplazamiento, debemos tomar decisiones que conlleven a un planeta más sostenible y un país más competitivo. Es nuestra responsabilidad con las futuras generaciones.

Una solución indispensable para abordar la crisis climática es la transición energética, que está en curso a nivel global; y empieza a poner en riesgo nuestro modelo socioeconómico. El reemplazo de combustibles fósiles (carbón, gas natural y algunos derivados del petróleo) por alternativas energéticas más sostenibles, es inevitable y no depende de presidente alguno. La transición se dará por el reemplazo a nivel mundial de tecnologías para el transporte; la generación de electricidad y de calor para la industria; y la climatización de edificios.
 

El reemplazo tecnológico más relevante para Santander es el de la tecnología vehicular. Hoy, 1 de cada 5 vehículos nuevos en el mundo es eléctrico. La movilidad eléctrica puede mejorar la calidad de aire en las ciudades. Pero en un futuro próximo, pondrá en jaque la sostenibilidad financiera de la refinería de Barrancabermeja, un bastión de competitividad regional que puede dejar de ser rentable en tan cerca como una década.
 

Un eventual cierre de la refinería de Barrancabermeja generaría un inmenso hueco en nuestra economía, ya que el sector de hidrocarburos representa un 70% del PIB industrial del departamento y un 24% de nuestro producto interno bruto total. De otra parte, a 2022 casi el 30% del presupuesto departamental de Santander provenía de las regalías petroleras.
 

Si no tomamos acciones urgentes de adaptación socioeconómica pasaremos a ser una región de tercera categoría. Sin otros sectores económicos y sin una industria petrolera tan robusta como la que por más de 100 años contribuido a nuestra sociedad, tendremos menos oportunidades de financiar programas sociales (e.g., la alimentación escolar), menores posibilidades de inversión en bienes públicos y menos empleo para nuestros habitantes. Evidenciaremos una fuerte emigración hacia otras regiones y países, con la consecuente pérdida de talento humano de todo tipo y la desvalorización de la propiedad. Yopal ya lo está viviendo, a raíz del declive de la producción de campos petroleros como Cusiana, Cupiagua y otros del Piedemonte Llanero.
 

Afortunadamente, existen opciones para preservar la competitividad de la refinería, a la vez que se le reorienta gradualmente hacia esquemas productivos que contribuyan a abordar la crisis climática. Mediante la construcción de una nueva planta, las corrientes residuales de la refinería pueden transformarse en grandes cantidades de hidrógeno y dióxido de carbono (CO2).
 

Parte del hidrógeno puede ser usado por la refinería para producir combustibles bajos en azufre, más sostenibles. Con los excedentes se puede instalar una nueva industria de fertilizantes, estratégica para la seguridad alimentaria del país. Con el CO2 se puede obtener úrea; fabricar concreto, donde permanecería por décadas; o almacenarlo en el subsuelo por miles de años, gracias a que tememos trampas geológicas conocidas, que permitirían hacerlo de forma segura.
 

Este megaproyecto, de 2000 millones de dólares, social, económica y financieramente rentable, representa la mayor oportunidad de resiliencia y descarbonización del país. Pero para lograr materializarlo, debemos impulsarlo desde el liderazgo político regional y apoyarlo desde lo social, comunitario y gremial. Si no lo hacemos, otras regiones pujarán por esos recursos. 
 

Escribamos, pues, nuestra historia, Santandereanos.

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